Cuando se están llevando a cabo las primeras pruebas reales del transporte del futuro Hyperloop, que promete velocidades cercanas a las 760 millas por hora, la pregunta que se hacen los científicos no es hasta dónde llegará la tecnología y si los vehículos serán capaces de soportar esa velocidad, sino la propia capacidad de aguante por parte de los viajeros. Se trata de prácticamente romper la barrera del sonido, un 30% más rápido que un avión 747, algo que hasta ahora, sólo realizan los pilotos profesionales de combate altamente preparados para ello y con equipos de presurización.
Josh Giegel, vicepresidente de ingeniería senior de Hyperloop asegura que “La experiencia de usuario no va a ser muy diferente a lo que sentiríamos en una aerolínea convencional”. El problema, explican, no está en la velocidad punta, a la que se puede hacer cualquier cosas que harías en un autobús, sino en la aceleración y frenado. Ahí, sí que hay que prestar atención a la fuerza G.
Los primeros astronautas que viajaban cohetes Saturno V en el espacio aguantaron aceleraciones de hasta 4 G. La cápsula de descenso Soyuz de fabricación rusa, puede alcanzar una escalofriante fuerza 9 G. Aunque si estas cifras parecen al alcance de pocos, los cierto es que la montaña rusa más duras del planeta, la Torre del Terror en Johannesburgo, Sudáfrica, te pondrá a prueba con sus 6,8 G.
Aún así, está claro que no todos pueden soportar esas experiencias extremas y se trata de conseguir un medio de transporte universal para todos los públicos. Los ingenieros trabajan en el diseño de los ángulos del asiento durante el lanzamiento –así lo definen en Hyperloop, com si se tratara de un cohete— y el descenso. En esos momentos la fuerza G llegará directamente al pecho, lanzando toda la sangre a la espalda, que es lo más seguro que se puede hacer “siempre y cuando uno esté sano y no sea una embarazada”, aseguran.
Esta aceleración extrema hace que sea difícil respirar y más difícil de alcanzar cosas. Los astronautas están en plenas condiciones físicas para manejar estas circunstancias, mientras que los pilotos de combate llevan un traje especial que se adapta para mantener su sangre evitando causar accidentes cardiovasculares o la pérdida de la conciencia.

Imagen: Hyperloop
Hyperloop enviará los trenes con las cápsulas de pasajeros a casi la velocidad del sonido, o 760 millas por hora, en comparación con 220 millas por hora para el tren Maglev de Shanghai o 374 millas por hora de los ferrocarriles bala Maglev de Japón actualmente en pruebas. Velocidades más rápidas son posibles, pero la compañía no quiere tratar con el efecto de las ondas de choque de romper la barrera del sonido. Si un tren tiene que gestionar giros o curvas cerradas, donde la fuerza centrífuga refuerza el efecto G, se ralentizará para reducir los efectos de la gravedad sobre los pasajeros. La velocidad máxima del tren bala comercial más rápido, el Shanghai Maglev, se sitúa cerca de 300 mph. Pero a esta velocidad, se requeriría un peralte en la curva con un radio de 4.400 metros para mantener a los pasajeros a salvo. Con estas previsiones en el diseño del trazado, el peligro real sólo se encontraría en la pérdida de velocidad repentina, un frenazo en seco, diez veces más peligroso que un accidente en coche a 70 mph. Afortunadamente, dado que el movimiento se generará por levitación magnética, la repentina pérdida de potencia tan sólo ocasionaria un descenso lento de la velocidad.
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Fuente: PBS
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